domingo, 24 de febrero de 2013

Remedio a la escuadra





Como todos mis lectores habrán notado, llevo un tiempo menos activo en este formato. El trabajo me impide escribir, y lo que es peor, limita mis horas de lectura, tanto, que estoy leyendo únicamente en las madrugadas, en la cama. No estoy contento con ello, pero por ahora no puedo hacer otra cosa. Hoy domingo (que me perdone Dios) me levanté a trabajar, y lo estaba haciendo cuando recibí una llamada de mi buen amigo, el poeta Fernando del Val. Suficiente. Después de quejarme un rato ante él (perdóname tú también, Fernando), me rebelé, me dije que dedicaría al menos lo que restaba de la jornada a leer, y ¿por qué no? a escribir.

Aquí estoy, después de un trecho de lectura, antes de otro, haciendo un breve paréntesis para escribir mi “entrada” número 33. Acaso el texto para tan señalada ocasión debió ser más meditado, lo sé, pero sentí ganas de escribirlo, y bien merezco, después de tanta renuncia, un autocomplaciente desliz… (Puesto a pedir perdón, que me lo otorguen también, por favor, los numerólogos). Claro, lectores y amigos no llevan culpa alguna en mis frustraciones. Nunca los invitaría a leerme si no tuviera algo que decir, por muy grande que fuera la palabrera urgencia.

Hace un tiempo que releo a los poetas de “Orígenes”. Comencé con la obra completa de Lezama a partir de un magnífico regalo de mi querido Luís Enrique Valdés. Seguí con Gastón, Cintio, Virgilio, Eliseo; y ahora estoy con Fina García Marruz. En el 2010, centenario de Lezama, la editorial Pre-textos publicó, con antelación a los sonoros premios que la autora obtuvo después, una magnifica antología sobre la obra de Fina al cuidado de Milena Rodríguez: “El instante raro”. Es ése el libro que tengo ahora en mi mesilla de noche. Algo dije ya en este blog sobre “Orígenes” y varios de sus miembros. No hablaré ahora sobre la obra de Fina (eso ya lo hacen otros muy bien) sino desde ella.

La relectura de esta enorme poeta, como la de cualquier otro de los integrantes de ese grupo, es un verdadero aguijón para los amantes de la poesía, especialmente para quienes la escribimos. Cada una de las últimas cuatro o cinco noches, cansadísimo, después de muchas horas de extenuante trabajo en las antípodas de la poesía, me he reconciliado conmigo leyendo a esta mujer. En su poesía me reconcilio con quien ahora no soy más que a deshoras, porque muchos de sus versos, especialmente entre aquellos escritos en los años ’40 y ’50 del pasado siglo, cuando era un “pajarito contemplón”, antes de haberse integrado en el organigrama de la Federación de Mujeres Cubanas y el Comité de Defensa de la Revolución, son surcos en la perenne obra de la imagen; surcos abiertos por finísimos bueyes de casta resistencia que escancian la sombra con sus vientres. Y claro, una lectura así me resulta carísima en estos momentos . Leer, cuando trabajo día y noche al margen de mí, cosas como éstas:

No mira Dios al que tú sabes que eres
––la luz es ilusión, también locura––
sino la imagen tuya que prefieres,

que lo que amas torna valedera,
y puesto que es así, sólo procura
que tu máscara sea verdadera.

Leer estas cosas, digo, basta para transitar la madrugada tranquilo. Porque Dios, ese poema enorme, estará poniendo sus oscurísimos ojos, no en lo que soy o lo que hago, sino en lo que amo y quiero ser, hacer. Y esto ¿para qué vale? No lo sé bien, pero me tranquiliza. Ah, la escuadra sólo puede medir lo que le es parecido, lo demás escapa a sus férreas coordenadas… No me tienen. No me pueden acotar en la hipoteca, o en una decadente berlina. Les di ciertas ventajas, sí, pero no me tienen. La imagen, siempre redentora, se posa también en mi texto 33; viene en mi auxilio, en el de todos ustedes. Lean a Fina. Lean a los poetas de “Orígenes”. Lean poesía. No calcen mansos en la urgida escuadra. 

Eso tengo que decirles. Y acaso no sea poco ni siquiera para una “entrada” con tan especial número. La imagen, siempre la imagen… ¿No reinó David 33 años en Jerusalem? ¿No murió Jesús a los 33 años? ¿No tiene el rosario islámico 33 cuentas? La gran imagen y la sagrada cifra llevan milenios de feliz maridaje. El 33 tiende al poema, al gran poema… Gracias Fina. Esta nota tenía que volver sobre la Imagen. Ahora sólo queda pedir a la Señora que deslíe su inmenso poder actual: “Acto, príncipe oscuro, realízame”.


  

jueves, 7 de febrero de 2013

Cuidado con el ladrón del frío





"Tiene corazón, sangre, nariz, piernas, boca y ojos como cualquier ser humano. Pero no lo es. Su nombre es Rex y todos sus órganos han sido construidos en un laboratorio. Se trata del hombre biónico más completo construido hasta ahora. Su propósito en esta vida: mostrar cómo la tecnología es capaz de reemplazar ciertas partes del cuerpo humano.”

Así comienza la noticia que leí recientemente en la prensa sobre el último logro de la ciencia en dirección al “hombre biónico”. ¿Y quién, en su sano juicio, puede oponerse a que la biónica, o cualquier otra rama de la ciencia, actúen en el cuerpo humano para prolongar su vida o mejorar la calidad de la misma? ¿Cuánto hace que los marcapasos obran en este sentido? (Para quienes pueden pagárselo, claro). ¿Y qué mal nos han hecho los marcapasos? Sólo “puristas” como los Amish o los Testigos de Jehová, sujetos a férreas doctrinas religiosas, pueden temer al ingenio del hombre hasta llegar al absurdo de pretender detener su vocación de servirse a sí mismo en la vida que trabajosamente cursa, en tanto llegan (si es que lo hacen) esas otras que sueña y espera… 

Yo no. No me opongo a la biónica. Sin embargo, no podemos negar que tal rama científica opera en la periferia de otra mucho más temible, dirigida al logro final de la inteligencia artificial absoluta. La biónica crea órganos que todavía son dirigidos desde el cerebro humano, pero el transhumanismo no se conformará con ello. No les bastará a sus fieles que dejemos de ser puras máquinas biológicas, porque buscan la “perfección”, y para estos hijos de la cópula entre la ciencia experimental y la economía de mercado (los ignorantes de Ortega) la perfección no es humana… ni divina; es titánica. ¿No es el tiempo lineal y asimétrico, totalmente divino, el que nos enfrenta sin remedio a la muerte? Y un tiempo machacón, circular, cíclico, en fin, titánico, sin devenir a la vista, ¿no nos salvaría de ella?

Cuidado. Aunque Prometeo nos haya puesto en la agenda divina, no podemos olvidar que él mismo es un titán, y que nada molesta más a los dioses que lo titánico del hombre. Decía Jünger: “Siempre el mundo prometeico es a la vez un mundo del trabajo; en ningún lugar su titanismo salta tanto a la vista como cuando está activo en un trabajo infatigable de invención, en el ámbito de los pensamientos ingeniosos, de los talleres.” Cuidado. Los dioses nos pueden castigar si tendemos al “eterno círculo”, pero también pueden hacerlo los propios titanes, si, redimidos por nosotros mismos, abandonan sus castigos y retoman las riendas del tiempo. ¿Cuánto no querrían cobrar a estos locos, que ayudados por el perfecto traidor, se entregaron a Zeus, Pan, Apolo, y lo que es peor, a Dionisos para burlar al tiempo-bucle, y escapar a su indolente imperio hasta llegar a creerse verdaderos creadores? Cuidado. Si regresan los titanes, no habrá más que cacharrería. ¿Eterna? Y qué más da.

(Existirá una máquina purísima
copia perfecta de sí misma
y tendrá los ojos verdes
y mil labios escarlata
no servirá para nada
pero tendrá tu nombre
oh eternidad

              Jorge Eduardo Eielson)

Cuidado. Mientras sea la oscura y todopoderosa imagen quien, desde el cerebro humano, dirija los aparatos, estaremos al salvo. Pero si la cacharrería se convierte en el fin mismo de nuestro ser, si nuestro tirón prometeico nos devuelve al titanismo más infantil y torpe, estaremos perdidos. Dejaremos de ser hombres… Ya, ¿y no dejaremos de serlo en cualquier caso? Bueno, si ha de vaciarse el ser, que se haga imaginando, porque sería una imperdonable estupidez haber llegado hasta aquí para entregarnos mansos; para, como diría Montesquiou (Robert de), expiar una extraña fechoría junto a un dócil Prometeo que pena encadenado a su roca, esta vez por haber robado el frío.

Hoy no puedo extenderme más, pero como ven, no pude evitar comentar esta noticia.