domingo, 16 de junio de 2013

Carmen y Lara




Hace poco tiempo vi en televisión un reportaje sobre Carmen Iglesias, una mujer clásica, neoclásica, para ser más preciso, una humanista especialmente dotada para la historia. Había leído algunos de sus trabajos, pero no la había visto ni escuchado; un gran placer, por cierto, pues es también una gran conversadora. Mientras seguía el reportaje, mientras saboreaba en todos los sentidos cada una de sus palabras, incluso aquellas que (¿cómo evitarlo en los tiempos que corren?) se referían al papel de la mujer en la sociedad actual y sus instituciones, en ningún momento “puse sexo” a la persona que hablaba. Es una mujer guapa y elegante, sin dudas, que para nada esconde su lado femenino, pero en la Carmen Iglesias que a mí me interesa, estas son anécdotas sin importancia. Soy heterosexual, tengo una especial debilidad ante la componente erótica de la inteligencia, y, sin embargo, no me imagino teniendo un sueño erótico con Carmen de protagonista, porque en este caso la dominante puramente intelectual de la imagen es tan poderosa, que atempera sus otros posibles caminos.

Hoy, sin embargo, leí en la prensa las respuestas de Lara Alcázar (una chica que hablaba en nombre del movimiento “Femen”) a preguntas que buscan encontrar las claves del feminismo callejero actual. En la noticia Lara aparece semidesnuda, con el torso rotulado así: “Choose the fight” y una corona de flores en la cabeza. Aunque con un rictus amargo y una clara expresión de enfado, muestra unos pechos magníficos, junto a un abdomen sensual naturalmente modelado, un ombligo generoso y una cintura “retraída” frente a caderas de paridora en ciernes. Una mujer. Ante todo, eso. Después, una joven guapa, feminista y homosexual, esto último según explica ella misma. En fin, no hay nada aquí que no participe de un relato erótico-sexual donde lo demás es por fuerza secundario. No todos los lectores y lectoras de esta entrevista habrán entendido la frase “Choose the fight”, pero todos habrán leído “mujer”, más aún “hembra” en esa imagen, antes de entrar por su fácil puerta hacia un vocabulario vacuo en el que apenas se puede tomar un respiro, para de nuevo salir y seguir leyendo: “hembra, hembra, hembra…”

Claro, requiere menos esfuerzo conseguir lo que Lara que lo que Carmen, pero ¿qué tiene más sentido? Incluso, especialmente de cara a las lógicas y justas reivindicaciones de la mujer en la sociedad actual, ¿qué es más eficaz? ¿Necesitamos que la mujer recorra hoy ambos caminos? No lo sé. ¿Quién podría saber algo tan complejo, tan vinculado a estrategias biológicas y psicológicas de la especie, como a emotivos avatares ocurridos en milenios de vida social sometida a las exigencias de la polis? Yo no, insisto, pero en Carmen leo ser humano, cuando en Lara leo mujer. El discurso de Carmen tapona en la imagen las brechas abiertas por los flechazos más oblicuos y canallas de Eros, mientras el discurso de Lara las abre y alimenta. Para la supervivencia biológica de la especie, lo que hace Lara es mucho más útil que lo que hace Carmen, pero ¿es esto lo que se pretende? El humano postmoderno, radicalmente escéptico, que coquetea peligrosamente con la inteligencia artificial, ¿busca reactivar las claves biológicas y reproductoras de la especie para convertirlas de nuevo en el eje central de su estrategia de supervivencia? Pero ¿no es esto precisamente lo que contesta el feminismo más integrista?

Carmen, ante y sobre todo, es una persona. Lara es, ante y sobre todo, una mujer. Vale, una mujer homosexual que tal vez no parirá, pero todo en ella anuncia potencial parto, mera continuidad... Lara lucha desnuda y a ciegas por algo cuyo contrario dialéctico sin embargo simboliza. Lara es su propio enemigo. En Carmen, por contra, el género es totalmente secundario. Carmen, vestida y lúcida, sin pretenderlo especialmente, abre cada día las puertas que cierran miles de Laras… Escuchen, pues, Laras del mundo, aunque dudo si debo hacerlo, porque no sé qué sería de la humanidad si muchos (hombres o mujeres) fueran como Carmen, les aconsejo vestirse para atender a la prensa… y leer, leer mucho. Si quieren que las cosas muden, fíjense en Carmen. Sí, sólo cuando vean a las Cármenes del planeta andar desnudas por las cátedras de Historia, entonces, Laras, habrá llegado la señal, el momento del necesario y fértil destape. ¿Seremos todavía sudorosos humanos, o fulgiremos como impecables máquinas? Ah, ojalá estemos entonces “donde el tiempo con tiempo se repara”, que diría Dante, obviaría Lara, graciosa y atentamente escucharía, razonaría, comentaría Carmen.

   

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