domingo, 3 de mayo de 2015

Canto de inanición




















Canto de inanición I


 A mi madre

 
Sólo puedo darte versos, mamá,
como los niños. Casi. Sin dibujos,
mechones de pelo, corazones o flechas.
Ya ves, qué poco… Nada
como esta embocadura al delirio, sin embargo,
(me encorvo, cimbro, dintelo, atisbo)
para reconocerte toda, una
al fondo del pozo lácteo donde eres.
Turbio zumo. Origen y designio.
Ida y vuelta, mamá.
Yérguete. Mira. Llego.
Enciende el molinillo y acelera.
Bate el mejunje graso. Desmiga.
Espolvorea. Revuelve.
Traigo una sed sin tiempo
que apenas disimulo palabreando.
Enchúfame a tu pecho.
Nuevamente abre. Ahora.
Al filo del vertical recogimiento
agita tu bordón, te lo ruego.
Activa el cascabel y la candela.
Prende. Céntrame… Yo

sólo puedo darte versos, mamá,
como los niños. (Canto de inanición)
Tragón y musiquero.



Canto de inanición II


A mi mujer

 
Sólo puedo darte versos, mujer,
como los niños. Casi. Al alirón de nada
que desarrugue sueños. Música
y anestesia. Descarga. Vértigo.
En el cantil del tiempo, los hijos,
una mancuerna y un lirio.
El pasado vocifera. Memorizo.
Recompongo. Trovo. Pero
lo por venir arrecia con su tonada bruna.
Entonces te concretas. Cierto animal
justo antes que titile el horizonte.
Y después… Desencarnas. (Idea)
Aromas la escena, la sublimas.
No sé si varar o danzar;
si aferrarme a la cuerda
o merodear la flor. Cómo hueles, luces.
Vientre y halo: Entera me sonsacas.
Perfecta fórmula que sin embargo yerro.
No resuelvo. Ensayo
una vía tántrica al tiempo que eyaculo
sobre el enigma. No sacio.
Pido. Imploro. Palabreo… Yo

sólo puedo darte versos, mujer,
como los niños. (Canto de inanición)
Tragón y musiquero.



4 comentarios: