lunes, 27 de julio de 2015

Salvada vendimia de las formas






  
“En eso consiste el auténtico secreto magistral del artista, en aniquilar la materia por medio de la forma.”
                                                                                  Schiller


“No veo mucho Siglo de Oro en mi poesía”, dice Delfín. Y yo sonrío… ¿Acaso el vate busca la garganta del pez para evitar su bilis, o la boca del dragón, siguiendo al hijo de palo en pos de una abertura tramposamente viable, sólo, por manida? No lo sé. Y poco importa. Jonás y Pinocho emergen de similar aliento poético. El vientre que los retiene y purga es uno y el mismo. Aquí la arcilla, la madera, incluso el alfarero y el carpintero son anécdotas; como lo es la ballena que suplanta al monstruo marino en ambas historias para acariciar el paladar de los perezosos. Aquí lo esencial es la impronta del tránsito digestivo. Y tal impronta, en Delfín… Ay, maestro, el estómago que te alberga no tiene falsas bocas. Moleste a quien moleste, eres un gran poeta. Y eso en nuestra lengua pasa por donde pasa, y, donde medra, medra. Claro, “el poeta es un fingidor”, decía Pessoa. Pero si realmente no ves Siglo de Oro en tu obra, (bendita miopía que emborrona la fuente sin obstruirla) debo suministrarte un colirio en vena. Allá voy con esta pequeña dosis:

Delfín Prats posee una de las voces poéticas más personales y valiosas del castellano en los últimos cincuenta años. Ha escrito poco, pero su obra, especialmente a partir de “El esplendor y el caos”, (1991) insertada de pleno en nuestra tradición, a lomos del “corcel mejor enjaezado” ascenderá, seguro, (ya lo hace) “a la cumbre del arca”. Un sitio que no saben los satélites mirones, que no se atiene a la pacotilla de los mochileros, pues “oscuramente ceñido en torno al hecho”, baraja magnitudes, no golosinas zumbonas. Al puente de esa nave han llegado muy pocos en las últimas décadas. (Pizarnik, Gamoneda, Kozer… Delfín es uno de ellos) Y todos lo han hecho a través de una escala muy exigente que desembarca en una puerta mínima, casi una hendija enmascarada por la majadería de los papanatas, que en nuestra lengua viven subrogados a los sobacos de quienes reparten comida rápida en el campamento base. Abajo. Muy abajo.

Las circunstancias personales que acompañan su obra, y ahora comienzan a “decorarla”, importan nada, son mero pienso para despistados. Delfín ha escrito algunos libros imprescindibles, sencillamente, porque anda sobrado de talento, trabaja inserto en una enorme tradición y ha sido corajudo. No frente a los impulsos dionisíacos, ni a los censores, los homófobos, los médicos, sino frente al bisutero majá que lo tentó desde el rincón más fresco de su patio, donde la palabra, leve y complaciente, acaricia el oído de los remolones, relaja sus párpados y los exime de esforzados asombros. Delfín nunca perdió la capacidad de asombrarse, y pocas veces rehuyó la necesidad de registrar sus hallazgos. Según Rilke: “esta es, en el fondo, la única valentía que se nos exige: ser animosos ante lo más extraño, prodigioso e inexplicable que nos pueda salir al encuentro”.

Pero el coraje no basta si se quiere levantar una gran obra. La sensibilidad al guao no abre las puertas de los Campos Elíseos. La urticaria, por sí misma, sólo garantiza comezón. Delfín lo sabe. Lo supo siempre, aunque a veces se haga el muerto para anticiparse (como espectador) a su entierro. Así que vayamos a la cuestión de origen: La obra de este poeta, toda ella, es una magnífica resonancia de la mejor poesía escrita en castellano. Y ésa, con permiso de los bachilleres d’avant-garde, se escribió en España, entre los siglos XVI y XVII. ¿Siglo de Oro? Pues sí. De alguna manera había que llamarlo. El caso es que cualquier autor que pretenda cosechar, en castellano, todo lo que fue sembrado en centenares de otras lenguas durante más de tres mil años a orillas del gran charco, (de Tánger a Beirut, de Thasos a Tarifa) tiene que atravesar la trocha Andalucía-Madrid-Castilla del Quinientos y el Seiscientos, con la vista bien despejada y el olfato a punto.

Delfín lo hizo. No tiene sentido que en este espacio, este formato, intente un recuento pormenorizado de las pruebas de cargo. Pero veamos algunos indicios. Si leemos, por ejemplo, “El esplendor y el caos”, (libro que ya mencioné, y que en mi opinión es comparable en cuanto a calidad poética con “Acta”, de Kozer, o “Arden las pérdidas”, de Gamoneda, aún siendo muy distinto a ellos en lo formal) podemos apilar un montón de evidencias “contra” Delfín. Cito unas pocas, pero suficientes:

un cuerpo fijo entre juncos escapa
si Heráclito parcela las sucesivas aguas

el mundo     una redonda plenitud
un río un mar como en deseo uniéndose

oscuramente ceñido en torno al hecho
de la marcha incesante hacia la meta
entre aquello que fue y lo que evoco
se alza el obstáculo del verbo

Ya ven. Para cuidar así la palabra, quienes escriben en castellano no pueden tener complejos. Sólo en los manuales torpemente mondos de los psicólogos, los hijos listos matan a los padres. Para “hacerse poeta, que, según dicen, es enfermedad incurable y pegadiza”, (Alonso Quijano) pero al mismo tiempo muy difícil de contraer con todas las consecuencias, o sea, con síntomas que superen la mera destemplanza, no se pueden tener semejantes antecedentes penales. Delfín no ha matado a nadie, pero mucho menos a sus verdaderos progenitores; es demasiado lince para cometer un delito tan infértil. Su obra resulta especialmente inclusiva, y, a la vez, especialmente clásica. La moneda que pondrán bajo su lengua (quién sabe con qué nuevo nombre) fue calentada como óbolo en la hoguera que despachó a Heráclito, como maravedí, en la de Góngora, como níquel, en la de Lezama. Pero hasta tanto…

Delfín debe saber, creo yo, aunque disimule, (no se puede escribir a ese nivel desde la inopia) cuán poco oro hay en su siglo; y cuánto persigue el filón áureo su magnífica obra. Justo por saberlo, el maestro se las ve con una materia inclemente cada mañana (inclemente, sí, los adjetivos graves no siempre son excesivos). Pero por esa misma razón: lo que sabe, después de haber recibido la bofetada material de cada amanecida, obvia al majá que lo seduce desde la adormidera que progresa en su patio, y se acerca al majuelo eterno. Allí, donde encepa la materia bruta para trascenderse con holgura, la poesía renace de su mano en la “salvada vendimia de las formas”… Un poeta clásico, Delfín, eso eres, en el más completo sentido de la palabra. Créete. Créeme: Lo demás son boberías, que sólo a los bobos entretienen… calman. 



lunes, 20 de julio de 2015

Apretado en mi memoria…







       Y él [Elías] reunirá el corazón de los padres con el de los hijos,
       y el de los hijos con el de los padres…
                                               
                                              Malaquías 4: 5 y 6. La Biblia.
                                    (Página 1141 en el ejemplar de mi padre)



Introducción a la anécdota


Por desgracia soy ateo, pero gracias a Dios soy poeta. Para decirlo como se solía hacer en las tribunas del siglo pasado cuando se buscaba sonar moderno: vengo a ser un obrero de la Imagen, alguien que debe entendérselas cada día, de una manera u otra, con la gran Señora. Como ateo, mantengo los ojos bien abiertos. En permanente vigilia, filtro calima para la razón. Tanto, que la luz penetra y colma mi sesera hasta la estupidez. En cambio, como poeta me cuido de la deslumbrante trampa. Y a plena oscuridad, donde no hay aristas, ni lindes, ni formas rotundas, leo el Poema-Dios fascinado. Me miento a gusto y me real-izo. Porque la Verdad no surge si no de la mentira buena: la necesaria. Y sólo se necesita la mentira que com-place; esto es, la que nos convoca y nos promete repartir el dolor hasta hacerlo inane para su único receptor posible: el hombre en su estricta unidad: el individuo. No nosotros: Tú. Yo. Como poeta, evito la luz en su exigente condición de “sombra de la nada”. La persigo como fugaz e inquietante noticia de un Todo escapista y poliédrico. Amable, sin embargo. No totalitario.

El Poema-Dios en estado bruto no está en los libros. Neto tampoco, porque es demasiado complejo y hermoso como para permitir que se le reduzca de tal manera. Pero acorralado contra la nada, socorrido por herramientas tan nuestras como la ética y la moral, debió parapetarse en el registro formal del hombre, y aceptar el redil que le impusieron sus parlantes y hacendosos notarios. Código y canon, pero Poema al fin, Dios llegó a las Sagradas Escrituras para quedarse. Las grandes religiones del Libro, con su tronco común y sus ramajes diversos, lo recitan de manera parecida: con una mezcla de embeleso y miedo. Según se comprueba, para balbucear a Dios y hacerlo bien útil a la mayoría de los balbucientes, (así de simples y complicados somos) hay que ajustarlo a relato. Hay que leerlo… Yo lo hago con entusiasmo, aunque, como habrán advertido, (insisto, por desgracia) en este caso soy más consumidor de mitos que convencido soldado. “El hombre no es arte, sino artista”, decía Epicarmo. No es poema, sino poeta, repite, si me entretengo, el majadero ateo que me incordia.



Anécdota


Mi gran amigo Jorge Luis Manso acaba de enviarme desde Miami la vieja Biblia de mi padre. Cuando abandonó definitivamente Cuba para reunirse con nosotros en España, mi padre dejó su Biblia al cuñado de Jorge, Fank Brea, un extraordinario dibujante habanero, también muy amigo mío, que a la sazón y con apenas cuarenta años de edad, buscaba un mayor acercamiento a su Dios a través de las Sagradas Escrituras. No sé a ciencia cierta por qué lo hizo, por qué le dejó este libro tan querido precisamente a él, pero no se equivocó. Antes de morir en Cuba, demasiado joven y después de haber padecido una penosa enfermedad, Frank, que no pudo comunicarse directamente conmigo, pidió a Jorge que hiciera lo necesario para que la Biblia de mi padre terminara en mis manos. Éste la recogió en uno de sus viajes a La Habana, la llevó a su casa, y aprovechó la reciente visita de mi hermano Sergio a Miami para hacérmela llegar.   

Cómo se lo agradezco a Frank. Y a Jorge. Tengo la Biblia de mi difunto padre. Es el ejemplar que leí cuando me acerqué a este maravilloso compendio de historias por primera vez. Jamás pensé que regresaría a mis manos. De nuevo constato la enorme fuerza que tiene un buen libro para sujetar a la mente (esa memoriosa tirolina) frente a sus abismos diarios. Para quien lee, ningún otro objeto tiene la capacidad de un libro en este sentido.   



Alcance de la anécdota


Volveré a leer esta Biblia (Ya lo hago). Su relectura será, además, otra vía para hablar con mi padre. Él, cristiano y creyente. Yo, cristiano y ateo. Él, avalado por su Dios-Poeta. Yo, colgado de mi Dios-Poema… Y ahora mía, lograda la milagrosa herencia gracias a un intenso tráfico de amistad, la llenaré de notas y signos. La dejaré transida de asombro, en un estado de precaria legibilidad para mis hijos. Espero que me perdonen, que deban hacerlo porque no les resulte prescindible, porque la quieran y necesiten, al menos, como yo. O sea, cuento con que tengan fe, al menos, en el ser humano. Incluso puesto en el peor escenario posible, espero que crean, al menos, en sí mismos. Porque entiendan que son hombres, y que el hombre es un animal que imagina, y que haciéndolo se hizo, como se deshará si se abandona obedientemente a su bestia: ya con medio cuerpo entregado, con los cuartos traseros en pleno paroxismo, a punto de besar al engendro maquinal.

Soy ateo. Pero creo en este Dios-Poema que se regaló el hombre para atravesar un tiempo tan inclemente como el histórico. Creo en él por pautado y reglado que se me ofrezca, porque obvio las reglas y las pautas cuando leo Poesía.  

Viejo, tengo tu Biblia. Se la dejaste a quien la merecía. Suma y sigue… Ahora te poseo de una forma más. Que tu Dios y el mío se unan y retocen incesantes. Que sigan esparciendo confeti sobre la feria. Para que feliz continúes el camino hacia tus nietos, apretado en mi memoria, en ruta coronaria, hecho al bombeo cierto de mi corazón. 



lunes, 13 de julio de 2015

Entre pecador y pecador







Jesús, que según Darío, es un “incomparable perdonador de injurias”, ya habrá perdonado a Francisco su manifiesta perplejidad ante el obsequio que le hizo el buen Evo. Sabrá perdonarme también a mí, seguro, por no ser capaz de “andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes”, con estos nuevos “próceres” americanos que visten chándal y manotean al mundo desde púlpitos ensangrentados bajo un dosel de ramuja. Debo ser un inoportuno sibarita, pues no acabo de hacerme al agrio sabor del vino de plátano. Sí, debo ser uno de esos malos criollos que no terminan de visualizar a “Nuestra Grecia” en las tranquilas aguas del Titicaca; que no pone suficiente interés en aprender y cacarear a cualquier precio el “himno unánime” martiano.

Jesús me perdone, porque voy a romper una lanza por la compostura de su martirio. Me dirijo especialmente a los malos criollos; a esos que aún se atienen a unas ética y estética viejas, eurocéntricas, tan poco creativos ellos, que se empeñan en ver una cruz, sólo, en la resultante formal de dos maderos superpuestos siguiendo ejes perpendiculares entre sí (el vertical de mayor longitud que el horizontal); a esos que únicamente dan por cristiano el dicho ardid carpintero, si de él pende todo el dolor que cabe en el mundo, encarnado en un jovenzuelo melenudo, famélico y ensangrentado, que dice ser su salvador. Me dirijo a esos falsos y miopes americanos para ofrecerles complicidad.

Jesús me perdone también, si, además de sibarita, resulto irónico. No veo otra forma de entrar al asunto en cuestión sin que flaquee el ánimo. Y es que, aunque parezca increíble,  Evo, alto representante del país que fundó Bolivar, (hijo del hermano pueblo aymara) ha regalado a Francisco, alto representante de Dios en la tierra, (hijo del hermano pueblo argentino) un objeto que parece recrear la crucifixión de Jesús de Nazaret, (unigénito del Dios representado por Francisco, y principal protagonista del relato que los hermanó a todos) sobre un artefacto formado por una hoz y un martillo, símbolo de los pueblos hermanos que tan “feliz y espontáneamente” siguieron a Rusia en su delirio soviético.

Evo no sabe lo que hace. Parece mal asesorado. Los aymaras harían bien en cuestionar su liderazgo político lo antes posible. Me explico: Este es un pueblo que ha sufrido mucho por las invasiones del norte. Ellos vivían tranquilamente al sur del lago Titicaca, donde cuajaron una magnífica civilización: la de Tiahuanaco. Sin embargo, del norte llegaron primero los guaraníes y los arahuacos, hermanos, pero muy mal avenidos, y rompieron su legendaria tranquilidad. Una minucia, si se compara con lo que después hicieron con ellos los incas, otros norteños que venían de Cuzco, también hermanos, pero con un apetito imperialista sin parangón conocido en aquellas tierras. Los aymaras fueron vencidos por los incas que diezmaron su población y los sometieron a su imperial dictado. Otra minucia, si se compara con lo que les pasó después a manos de los españoles, también del norte, quienes para hermanarse con ellos los despojaron de sus más elementales estructuras sociales y les impusieron su obsesión minera, su religión y su lengua. Los españoles, con el ánimo fundacional que entonces les caracterizaba, levantaron la ciudad de Santa Cruz, y, según cuentan, enviaron a ella lo mejor de cada casa, verdaderos urbanitas en potencia: aventureros, delincuentes, judíos conversos, (o sea, con una fe maleable) gitanos en fuga, cimarrones… Todo bien edificante, como se puede apreciar… El caso es que unos siglos después, los norte-americanos, (no los hermanos, sino los hermanastros por obra y gracia del Dios europeo) tan amantes de lo ajeno como todos los demás, de manera indirecta y sibilina sustituyeron a los españoles en la tutoría de este pueblo, aún después de que Bolivar, líder dominado por una contrastada vocación napoleónica, hubiera sentenciado su independencia per infinita secula seculorum.

Ya ven cuánto peligro le vino del norte a esta pacífica etnia. Sin embargo, Evo se alía ahora con los hermanos Castro, norteños también, adalides en América Latina de un “Manual de Civilización” casi siberiano; y asume sus símbolos, hasta tal punto, que es capaz de mezclarlos burdamente con una deidad mediterránea de origen iranio, y regalarlo muerto de la risa al representante de una Liga tan tiquismiquis y poco fiable como la vaticana. Madre mía, los aymaras tienen al enemigo en casa.

Pero no es la vertiente simbólica la que más me preocupa aquí. Recuerden que soy un mal americano, alguien totalmente trasnochado que se empeña en leer a Schiller, que no tiene salvación posible según el catecismo local recogido por Martí en aquel encendido ensayo poético tan bien escrito y titulado: Nuestra América… La perversión simbólica me resulta muy incómoda. Me escuecen los millones de personas asesinadas bajo el emblema bolchevique que tantas cosquillas le produce a Evo, los millones de personas que, bajo la misma divisa, fueron perseguidas precisamente por ser y declararse cristianas. Todo esto me resulta repugnante. Cierto, es éticamente repulsivo. Lo denuncio sin cortapisas, pero lo dejo ahí. Qué otra cosa puedo hacer. A mí (americano flojo y vicioso, excrecencia afeminada del tronco viril bolivariano) la nulidad estética me enferma. Es ése el flanco en que me centro ahora. Y es que no vi en los últimos años nada más feo que el engendro que le endiñó Evo a Francisco. Pobre Papa… O no. Todo representante de Dios debería saber que el fuego, sea infernal o terreno, comienza por chamuscar y termina quemando.

Francisco no es inocente. No puede serlo. Es un hijo señalado de Adán y Eva que como todos vive al margen del manto de Pelagio. Mas aquí es una víctima por mor de su cargo. Víctima del entuerto simbólico y ético, pero también, y especialmente, de la debacle estética. Sabemos que la curia vaticana suele tener buen gusto cuando de arte se trata. Hay grandes horteras también en esa casa, claro, gente que peca por excesos vinculados sobre todo con impulsos propietarios, con maneras pomposas, o con demasiado celo por lo clásico, pero en asuntos artísticos, la mayoría de ellos tiene formación suficiente para evitar los pecados mortales. Por más que este Papa quiera renegar de la élite de estetas a la que pertenece y representa, con vistas a asegurarse un mayor acercamiento a las clases más desfavorecidas del pueblo de Dios, (algo muy loable, por cierto) estoy seguro de que la visión del Cristo soviético que le impuso Evo le produjo náuseas, sobre todo, por feo. Ya lo dijo Jiménez Lozano: “La belleza es cosa de este mundo, y es papista”.

Dios mío, ¿a quién se le puede ocurrir construir algo así? ¿Y a quién se le puede ocurrir regalarlo? Leí que la obra es una réplica; que la original es de un jesuita asesinado el siglo pasado en Bolivia por sus inclinaciones marxistas. No contrasté el dato. Pero poco importa aquí quién sea el pecador en origen. El adefesio real-socialista podría utilizarse para asustar a los niños de cualquier latitud y cultura. Es más feo que las máscaras que se hacen en Cuba con la cáscara del coco; que las pequeñas esculturas que se hacen en Santo Domingo con roca proveniente de estalactitas y estalagmitas. Como se dice vulgarmente en Castilla, es más feo que pegar a un padre. ¿Cómo regalar algo así, precisamente, al Santo Padre?

Ver al muñequito suspendido del martillo, sin poder apoyarse por muy poco en la giba del otro instrumento, es angustioso. Pareciera que se le muestra un tobogán auxiliador pero inalcanzable. Ver la forma en que se articulan ambas herramientas para semejar (de lejos, por decir algo) una doble cruz, es terrible. ¿Y las proporciones de dichas herramientas entre sí o frente a la sufrida figurilla? ¿Y las pintas del martillo torpemente cruciforme, con esa cabezota segregada en dos partes tan poco armónicas? ¿Y la curvatura de la hoz, que no puede realizarse a plenitud para no alejarse formalmente (todavía más) del pretendido modelo? Pero ¿de qué material está hecho esto? ¿Madera, poliestireno expandido? ¿Y esa textura? ¿El engendro está tratado con pan de oro, o se pintó con esmalte para uñas caducado? ¿En qué tradición artística se puede insertar algo así? Ni en una feria de pueblo, o una tienda de chinos, podríamos encontrar un objeto que iguale a esta pieza en mala fortuna… Bueno, al menos la escala del muñequito nos impide saber si implora a Dios con la boca llena, es decir, si masca o no hoja de coca. Supongamos que no lo hace. Concedámonos, por favor, ese piadoso albedrío. 

Con lo bien que hubiera quedado Evo regalando a su invitado una réplica de la fabulosa cerámica de Tiahuanaco, o de su homóloga de Pucará. Estoy seguro de que Francisco hubiera apreciado mucho más, incluso, uno de esos idolillos de Pucará que tienen el pene erecto y ojudo, más largo que el torso y la cabeza juntos. Cualquier cosa, por Dios, antes que esto.

En fin, al parecer, Francisco dejó en Bolivia el macabro regalo. Se lo encomendó a la Virgen de Copacabana, que, la pobre, en primera instancia no puede defenderse de groserías tales. Se pudiera pensar que es también un enorme desaire de Su Santidad hacia Evo, pero qué otra opción tenía el hombre. Imagínenlo llegando a Roma con semejante objeto, escondiéndolo de las miradas suspicaces, soportando murmullos socarrones, víctima del “enemigo rumor”… Demasiado resulta ya para un Papa encajar este tipo de obsequio, sostenerlo en las manos ante la impía curiosidad de los fotógrafos, como para, además, terminar guardándolo al abrigo de la Capilla Sixtina; precisamente allí, bajo el soplo divino de Dios captado por Miguel Ángel… Sería el colmo. Y de ello también nos enteraríamos todos, hasta los malos americanos de lengua larga.

Yo intentaría tranquilizar a Francisco, recordándole que Evo sí que es un americano de pro, o sea, alguien que tiene licencia para actuar sin orden ni concierto que se sujeten a la vieja escuela; y que por eso, un regalo suyo no debe ser demasiado tenido en cuenta; pero sobre todo, diciéndole que los bolivianos con suerte lo licenciarán pronto. Esperemos que lo hagan a tiempo, nada más comprueben a fondo que su norteña inclinación al vademécum castrista, sacado del laboratorio europeo y ensayado sin éxito en medio mundo (también en América) no garantiza cura alguna, sino todo lo contrario. Entonces, con Evo licenciado, Francisco, que ya tuvo bastante con aceptar el regalo, podrá olvidar el incidente que provocó el dorado esperpento sin temor a conatos diplomáticos. Veremos cómo se las arregla el pícaro jesuita con la Virgen de Copacabana, en la que pretende descargar su parte de culpa pasándole sin miseración la patata caliente. ¿Será vengativa la patrona de Bolivia? ¿Preparará algo contra él? ¿Intentará vengarse ofendiendo a la inocente Argentina? 

Lo que opine Jesús es otra cosa. Pero sabemos, insisto, que se trata de un “incomparable perdonador de injurias”, y ante un pecado a dos manos contra la decencia y la belleza, sabrá repartir su gracia, seguro, entre pecador y pecador.



jueves, 9 de julio de 2015

Somos el recuerdo de una imagen






Hace unos días, un lector, recién llegado a mi cuaderno digital, me preguntó por su nombre. Lo hizo porque dudaba sobre el concepto de “imagen” que en él introduzco. Otras veces me ha pasado. Me pasó, por ejemplo, con mi amigo G., ya difunto, con quien conversé mucho sobre esto, y cuyo nombre íntegro de momento no expongo por discreción y respeto. Entonces pensé que si publicaba parte de mi intercambio de correos con G. podía homenajear (aunque sea íntimamente) su memoria, y, a la vez, ofrecer algunas explicaciones a mi nuevo lector sin tener que remitirlo a textos anteriores.

(G. era un hombre bondadoso e inteligente, muy interesado en temas de filosofía, psicología y teología, con quien entré en contacto gracias a mi querida Thais Pujol.)

Ojalá con esta serie de notas logre aclarar siquiera un poco lo que entiendo por “imagen”. Me disculpo por adelantado si sucede lo contrario. Las trascribo sin retoques sustanciales, como las compartí en su día con mi amigo G., con quien no estuve plenamente de acuerdo en varias ocasiones, sin que ello mermara mi aprecio y mi respeto hacia él. Seguramente detectarán lo mal que me muevo entre ciertos asuntos escabrosos, pero no me importa exponer tales carencias, si con eso logro que algunos de mis lectores se estimulen hacía la indagación en ellos, y terminen por entenderme (aunque tal vez para aborrecerme) más y mejor. Y no porque me entiendan a mí, claro está, mucho menos porque convengan conmigo en estas cosas, sino porque acercándose a ellas aumentarán la distancia existente entre los seres humanos que son y las máquinas que se proyectan para suplantarlos.

Aunque seleccioné las notas con cuidado, nunca hice en este espacio un ejercicio de "destape" como éste, que implica la publicación de correos concebidos en origen para un ámbito privado muy concreto. Espero que sepan perdonarme lo que requiera perdón, y puedan deslindar entre lo meramente personal y aquello que ofrezca recorrido bastante para trascenderlo con utilidad.


I


Querido G., cuando Protágoras, hace dos mil quinientos años, dijo: “El hombre es la medida de todas las cosas” nos hizo la putada más grande que se nos podía hacer. Para mí es una de las sentencias más sabias y demoledoras que ha parido el hombre. Pero ¿cómo se avanza a partir de ella? Entonces ya sabíamos que nos teníamos sólo a nosotros mismos. Todo (o casi todo) el pensamiento posterior ha sido una operación de trasfondo ético dirigida a destruir aquella idea. Porque entonces entendimos, y todavía lo hacemos en gran medida, que con semejante relativismo no podíamos sostener la vida en la polis. Hubo que poner pensamiento absoluto donde lo había relativo, y pensamiento racional donde lo había mitológico. Hubo que hacerlo para que la vida en sociedad fuera viable. La realidad, la verdad, y todas esas categorías se caen solas ante la máxima de Protágoras. Lo debieron saber Sócrates (vaya sofista), Platón (a su pesar, un poeta), Aristóteles (un genial y eterno adolescente), y todos los demás que les siguieron; pero si el hombre quería “progresar”, debía buscar solución al abismo que tenía ante sí. Ya se estaba cocinando en Oriente esa solución. Zoroastro (el mazdeísmo), el judaísmo, en fin, el monoteísmo traía el apaño, y Alejandro abrió la redoma para que el mundo de entonces se globalizara. Occidente cedió sus abismales descubrimientos y sus infantiles maneras, y Oriente puso a un Dios iranio de moral irreprochable donde reinó el dorio Zeus con los más humanos vicios. Si se sabe todo esto, se está en peligro. No hay nada más peligroso que el saber. Pero si además se entiende que el hombre es hombre merced a su capacidad para generar imagen, que incluso conoce a través de esta capacidad, la cosa cambia. Es la imagen lo que nos salva. Siempre lo hizo. Pero esto es muy largo de tratar en profundidad por esta vía. Yo, claro, por desgracia soy relativista y ateo. Sin embargo, necesito a los dioses como el comer, porque en ellos está condensada nuestra más fina y alta capacidad para la imagen. Ah, dioses míos: “el mundo es mi representación”, a ustedes la confío. No está mal esta frase que se me acaba de ocurrir (a partir de la idea de Schopenhauer) para escribir algo al respecto. No descarto hacerlo. A ver cuándo podemos quedar para hablar un rato. Abrazos.


II


Hola, amigo mío. Espero tus cuentos. Gracias. Bueno, todos tenemos que "montarnos una película" para poder vivir. Hay que creer en algo. Yo lo hago en el potencial de la imagen. El cerebro, en sí mismo, no es santo de mi devoción. Estoy muy lejos del positivismo científico que tanto se fija en él. Esto hace mucha falta en el plano médico, pero en otros planos... Hablamos de un soporte biológico, poco más. A través de su análisis nunca podremos conocernos del todo, afortunadamente. Lo peligroso es que mucho antes de acercarnos a la fantasmagórica meta, y dada la enorme frustración implícita en su estudio, combinada con la infantilidad que padecemos, habremos tomado el desgraciado desvío hacia la inteligencia artificial. Lo inteligente y artificioso llevado a mínimos, eso sí podríamos controlarlo reducidos ya a lo infrahumano. Entonces... No sé si conoces a Gottfried Benn. Es un grandísimo poeta un tanto proscrito porque, desgraciadamente, tuvo su época de coqueteo con los nazis. Luego rectificó, pero... En fin, una de las mejores voces del siglo XX, sin dudas. Este hombre dijo: "El cerebro es un camino equivocado". La frase de Krishnamurti que refieres es un refrito cientificista del acusmata pitagórico "Conócete a ti mismo", convertido en aforismo y adjudicado después a mucha gente, entre ellas a Heráclito. Pitágoras había aprendido esto de los egipcios, y aquéllos de... El conocimiento, amigo, tiene contadas fuentes. Los comentaristas apenas pueden salirse de ellas sin desbarrar. El hombre no ha inventado casi nada totalmente nuevo y realmente poderoso en el plano metafísico en los últimos dos mil quinientos años. Estamos muy liados con la física, pera ir con verdaderas ganas más allá de ella. Yo, con Ortega pienso que la ciencia experimental en cópula frenética con la economía de mercado nos está devastando... El cerebro, como lo estudia la neurolingüística y la neurología, no me pone. Lo que no es cerebro, pero en él se gesta y potencia, eso somos. El cerebro es naturaleza, el hombre-hombre es sobrenaturaleza. El cerebro humano evolucionó para crear algo que jamás podrá comprender ni abarcar. Esa demasía inabarcable: la imagen, es la clave, al menos para mí. Voy a escribir algo con relación al ateísmo a partir del comentario anterior que me hiciste. El fin de semana lo publico. Abrazos.

 

III


Hola, G. Ya me las vi con tus dragones. No los leí como cuentos, sino como textos didácticos con ascendente oriental. Temas muy interesantes. Gracias. "Fobia a la inseguridad y miedo al dolor". Me interesan ambos. Manejas dos categorías de manera que no me quedan muy claras en todos los casos: sabiduría y conocimiento. Cuando "caes" a su vertiente científica, me atraen menos. Sofía y gnosis son cosas bien distintas, que poco o nada tienen que ver en origen con la ciencia, algo de mucho menos pedigrí y amplitud. Mi abrazo.


IV


G., leídos... Las mismas sensaciones. Totalmente de acuerdo contigo en la valoración del Amor, pero por razones distintas. Buen colmo a los cuatro textos. Hablamos... En el último de ellos se esencian los análisis y aparecen más claras, si cabe, sus fuentes. Mis objeciones primeras:

No creo que haya mente o cerebro capaz de mirar la realidad (¿qué es, además, la realidad?) sin falsearla, sesgarla o enmascararla. Eso hacen lo lobos, que no pueden sobrepasar el conocimiento que se les da por vía sensorial. El hombre resulta hombre, justo, por hacer lo contrario. La realidad y la verdad son convenciones tan mobiles como la donna de Verdi. ¿Qué es una mente libre? Parafraseando a Seferis, te pregunto: ¿Qué es la realidad, qué no lo es, qué hay entre lo uno y lo otro?

                                            Es un perfecto loco quien ve falto de locura (Ausias March)

                                            Sólo en la ilusión de libertad, la libertad existe. (Pessoa)

Por otro lado, la mente humana no puede mirar al margen de la memoria. Eso nos devolvería a lo bestial. Ni siquiera en un mundo híbrido (homo-maquinal) se puede prever ese escenario. El hombre, si es algo, es memoria. “Percibir acaba siendo sólo una ocasión de recordar”. (Bergson) ¿Una ocasión de imaginar? La memoria es un imaginario selectivo… Cuidado con la soledad, amigo. Está bien, con sus matices, claro. “El hombre sólo es hombre entre los hombres”. (Octavio Paz)

Está bien, G., todo eso que propones, siempre que lo veamos como un juego, y no pretendamos pontificar en dirección a la "verdad y la realidad". Hay que dotar de sentido al sinsentido, mas lo importante es jugar, si ello ayuda a vivir. Importa el camino, tercamente desdibujado... y su búsqueda: ¿Qué camino tomará el camino? (Ortega) “... y mientras busca se busca, y al par enciende y arde”. (Ovidio)

Encender y arder. No hay otra. Y hacerlo lo más humanamente posible. ¿Se puede de otra manera? Abrazos.


V


G., amigo, no te preocupe corregirme. En lo absoluto me molesta... ¿"En un encuentro personal"?. Sí, sólo en ese terreno nada objetivo, se puede hablar de verdad y realidad. A mí no me divierte hacerlo, pero si acotado de esa manera, no lo hallo pernicioso. Si la verdad y la realidad ocurren en un terreno personal, entonces la mente que no las falsee tiene que actuar necesariamente en el mismo terreno. En ese plano, completamente subjetivo, esto es sano, como también lo distinto y lo contrario. Si se trata de caminos personales, todo vale, siempre que no limite a otros caminos del mismo tipo. "Un arduo camino existencial" (en mi opinión, siempre recomendable) nos lleva a representarnos el mundo de una manera subjetiva, que a priori es válida, sólo, para el caminante. Si es así, de nuevo de acuerdo. Como ya te dije, se trata de "montarse una película" para dotar de sentido al sinsentido. Si esto se contiene en el terreno personal, me parece perfecto. Me interesan y gustan desde el buen retórico, hasta el místico o el hermético santón, si actúan con buena fe, y se mueven en el terreno de la imagen sin pretender obligar en su dirección a nadie más.

Sé que tú sólo pretendes compartir las cosas buenas que has creído encontrar, o sea, que has encontrado. Esto me parece loable, muy loable. Nada que objetar. Pero todos somos deudores de nuestra experiencia vital (existencial, si quieres) y de nuestras lecturas, que forman parte importante de ellas. En mi caso, tal experiencia (lecturas incluidas, claro) lejos de cerrarme, me abren. Me cierran a determinadas cosas que considero señuelos sin mucho peso, pero me abren a muchas otras que conforman un horizonte de infinita extensión. Tal "res extensa" es totalmente incompatible con el hallazgo definitivo, determinado y finito. Para mí, ahora mismo, lo que más se acerca a eso que llamas "hallazgo posible" es el descubrimiento de la primacía que tiene la imagen en la esencia de lo humano. Pero ni siquiera en ello veo un remedio universal, o un “sendero” válido para todos. Yo trabajo porque el hombre retenga humanidad frente a los infantiles ataques de cientificismo que lo están llevando a su propia negación. En este afán, la imagen en todas sus formas es mi principal aliada: ¿Dios? Perfecto. ¿Dioses? Bienvenidos sean. ¿Santones? Vale. ¿Iluminados? De acuerdo. Todo lo que demuestre que el hombre no cabe en su bestia, me vale, siempre que no tenga pretensiones más allá de lo personal. Me vale todo como aliado, pero no todo me convence en profundidad. El pensamiento tiene niveles de gravedad e intensidad. Estoy acostumbrado a hurgar en el más grave e intenso, aunque tampoco lo considero suficiente si no tamizado seriamente por la imagen. El pensamiento de baja intensidad no me divierte... Ahora bien, si eso que debemos hallar es el Amor (racionalizado), bienvenida la búsqueda. El Amor es para mí la imagen primaria por excelencia. Racionalizarlo es innecesario e imposible, pero cómo entretiene y humaniza tal esfuerzo. He escrito libros enteros en este sentido. El último de ellos se llama "Los nombres del amor". Es una especie de tratado ontológico sobre el amor, pero fíjate cómo termina:


                                                      Los nombres del amor


                                                                                              ¿Quién vendrá de lo alto
                                                                                              con fragmentos de viento
                                                                                              a darte nombres?
                                                                                                                 J. A. Valente


                                                        Dije, entre otros muchos nombres:
                                                        neuma/ oscuridad/ motor/ alteridad/ convenio/
                                                        temeridad/ dolor/ redondez/ codicia/ fidelidad/
                                                        dependencia/ reposo/ fatalidad/ grieta/ narcisismo/
                                                        arraigo/ epifanía/ inocencia/ camuflaje/ miedo/
                                                        erotismo/ aislamiento/ dominio/ ilusión...

                                                        Muchas veces intenté alcanzarlo, siquiera rozarlo.
                                                        No con su nombre más abstracto, ése, sonoro,
                                                        que a falta de otras dimensiones
                                                        arracima como puede en el turbión emocional de quienes aman;
                                                        sino con esos otros, hijos mimados de la imagen,
                                                        que bajo su silente y sugestiva saya
                                                        tan bien se nos esconden.

                                                        Los busqué en tantas voces...
                                                        Los invoqué de tantas y distintas formas...
                                                        Acaso los dije sin poder con ello
                                                        ni atisbar su karma.

                                                        Este libro exhibe mi halagüeño fiasco:

                                                        Relincha lo inefable en su asteroide.
                                                        No tintan a la luz los nombres del amor.
                                                        Todavía quedan nombres que buscar
                                                                                                                                      entre las sombras.

                                                        Todavía quedan sombras en el reino de
                                                                                                                                      los nombres.

Decía fray Luis de León: “...no es posible que llegue la palabra adonde el entendimiento no llega.” El Amor no se puede racionalizar, ni siquiera nombrar con precisión. Es la prima imagen, el poema perfecto. Donde dice Dios, debía decir Amor. ¿Buscarlo? Está bien. ¿Qué podemos objetar? Buscar el Amor es intentar cada día ser más hombre; es buscar luz imaginaria en la oscuridad más rotunda. (“Ay oscuridad, mi luz”, decía Lezama) Eso siempre es positivo y edificante… Pero no hay un solo camino para hacerlo. Hay muchos, por suerte. Todos comienzan y acaban en la imagen. El Amor es verdad… poética, como toda la verdad que importa.


                                                        “… y el Amor estuvo en medio del
                                                        remolino, todas las cosas convinieron en la
                                                        unidad bajo su acción.”
                                                                                                     Empédocles

Mañana publicaré una pequeña nota sobre el ateísmo. Abrazos.


VI


Sí, G., este texto ya lo había leído en tu blog. Como podrás imaginar, mi relativismo me aleja de tu posición. La verdad, para mí, es una imagen convenida por conveniente. La única verdad que doy por buena es la poética, y siempre es resultado de una operación cognitiva limitada y "resuelta" en la imagen, pero con un sentido práctico indudable. Pocos lo han sabido decir como Tagore: "El río de la verdad va por cauces de mentiras". Claro, “la verdad no está en las palabras”. No está. No es. No existe. Es una invención más del hombre. Por eso tiene un pedigrí tan dudoso y un talante tan pizpireto. Pero nos hace falta. Es una necesidad ética. Y seguiremos tras ella por esos cauces de mentiras. La verdad no cabe en las palabras, claro, porque la imagen no cabe en ellas, mucho menos si es primaria. El amor, la verdad, la belleza, la bondad... son imágenes primarias, arquetípicas, muy útiles. Entonces, para mí, la verdad es una mentira más que, por oportuna, se ha hecho imprescindible para un grupo determinado en un momento determinado. Así se ha pactado por ese grupo, y vale para ellos en tanto no pacten cosa distinta o contraria. Amén. (Provisional también, claro). Abrazos.


VII


G., amigo, esto que dices me parece perfecto. Lo apruebo. No creas que fijo posición más que relativamente. Como mucho, podría decir con Comte, aunque no me guste: "Todo es relativo, he aquí el único principio absoluto". Desde este ángulo, comprenderás que no es fácil fijar posición. Por eso, en el final de mi anterior mensaje te pongo: "Entonces para mí, la verdad es una mentira más que, por necesaria, se ha hecho imprescindible para un grupo determinado en un momento determinado. Así se ha pactado por ese grupo, y vale para ellos en tanto no pacten cosa distinta o contraria. Amén. (Provisional también, claro)" Ahora bien, en ese proceso abierto que sigues, colmado de positivismo, das por cierta la existencia de la realidad y la verdad. Aquí pareces haber ya descubierto algo. En ese descubrimiento no puedo acompañarte en plenitud, aunque me apeteciera hacerlo. Pero lo hago oblicuamente. Me real-izo en la verdad poética... y voy dando fe de la aventura, incubando y testando memoria, que no es poco. Abrazos.


VIII


Muy bien, G. En los predios de la mística (todo imagen ellos) los estados de ataraxia o de nirvana son perfectamente concebibles. El "no se qué" de san Juan, que coquetea con el Todo y la Nada al mismo tiempo, es un parabán perfecto para dimensionar ad infinitum la (i)realidad que se considera habitable. La mística es territorio excelso de la imagen, de la poesía. Pero claro, se trata de un camino muy personal, tal vez el más personal de todos. Cuando san Juan explicaba a sus monjitas lo que escribía, cuando ponía el corsé didáctico y dogmático a sus imágenes, las reducía penosamente, aunque para algunas mentes incapaces de captar y asimilar imagen, tales explicaciones sean la única vía de acceder al santo. Entonces, si tu camino es místico (paréntesis, porque no es Dios la cara fuente de tu luz), tal vez debía quedar más explícito en tus textos. La mística y la ciencia (neurolingüística, neurología, etc) no se llevan nada bien. Asumiendo que me permites un consejo, y que me perdonas lo pedante de creerme capacitado para dártelo, te digo: ten en consideración que la mística abre lo que su racionalización cierra. La mística, por definición, es incompatible con la ciencia. Efectivamente se produce: "toda ciencia trascendiendo", muy lejos, pero muy lejos del "erróneo camino del cerebro". Abrazos.


IX


No te encasillo, G. Al menos no pretendo hacerlo, créeme. Lo que sucede es que para mí cada palabra tiene un peso (sema y fonema) y un sobrepeso (imagen pura). Entonces, cuando leo algo, no puedo dejar de pesar en ambos sentidos. Es un defecto, ya lo sé, pero es así. Perdóname, no lo puedo evitar... O sí, pero lo evito cuando no me interesa el interlocutor, y no es tu caso. Tu discurso, sobre todo cuando cae a la ciencia y a lo oriental, tiene unas fuentes que conozco (o creo conocer, aunque no en detalles, sí) en lo esencial. Realmente estimo que estos "pensadores", que van, salvando las distancias, desde Krishnamurti, a De Bono, pasando por Maharshi, Tolle, etc; en fin, quienes en el fondo sustentan desde la programación neurolingüística y el pensamiento emocional, hasta el pensamiento eficaz de cara a la empresa pura y dura, son, en mi modesta opinión, ideólogos de quinta fila que, sobre todo con la intención de vender, mezclan pensamiento occidental con oriental, ciencia con iluminación, imagen con razón, o sea, todo, sin saber en muchos casos si matan o espantan. Yo ahora mismo estoy releyendo a Schopenhauer, Nietzsche, Heidegger, Wittgenstein y Ortega, con vistas a un trabajo que tengo que presentar en septiembre en la Universidad de Granada. Claro, cuando te hundes en el pensamiento de primera línea, estés o no de acuerdo con el pensador en cuestión, te haces muy exigente. 

Pero yo sé, o creo saber, lo que tú pretendes, y en eso tienes toda mi complicidad y admiración. Sólo pienso, y así lo digo a todos los que se mueven desde el cientificismo al chamanismo buscando salidas en las fronteras o las antípodas del pensamiento occidental, que todo lo que necesitamos está en nosotros. Y que ese nosotros ya tiene incorporado su buena porción de Oriente, porque, sobre todo después de Alejandro, no existe Occidente en puridad. De Oriente nos vinieron prácticamente dados, incluso, Yahveh y Jesús (¿quieres algo más oriental?) cuando generamos la necesidad de un dios-Uno. Todos o casi todos nuestros grandes pensadores llevan en sí su porción de Oriente por una u otra vía. Desde Pitágoras a la actualidad esto es un hecho. Nosotros, antes de ser racionalistas fuimos chamanes, experimentamos lo mitológico, lo numinoso, fuimos (y somos) idealistas... Pero también participamos, y de qué manera, el monoteísmo oriental con todo lo que ello implica. Todo lo tenemos ahí, en nosotros mismos, a la mano. Cuesta, porque el pensamiento hondo es muy árido. En un mundo como el actual, el "pensamiento duro" es, como la buena poesía, una molestia, casi una excrescencia del espíritu. ¿Espíritu? ¿Qué espíritu? Sus carencias son aprovechadas por comentaristas de bajo nivel para hacer el agosto y vender libros de seudopensamiento como best sellers. No digo que no tengan ningún interés estos autores y sus libros, no. Todo en potencia lo tiene. Pero su interés decae si conoces bien las verdaderas fuentes. Por eso me alegra cuando te veo girar a Occidente y tirar de san Juan, por ejemplo. 

Te equivocas, al menos para mí, no hay nada malo en la mística. Es mucho más "lícito" este camino, que, por ejemplo, el marcado por gente iluminada como David Wilcock, que se planta frente a miles de alelados incultos con su cantinela ecléctica, mezclando teorías heracliteanas u órficas con otras de Descartes, como si nada. Me quedo con san Juan, claro... mil veces. Por otro lado, no creas que soy un hombre tan culto. Esto de la cultura es como todo, depende de con quién compares a quien parece tenerla. Si me comparas con Wilcock, creo que puedo serlo, si lo haces con Reyes, Borges o Lezama, soy muy inculto. En cualquier caso, considérame tu amigo y discúlpame si crees que te encasillo, porque no lo hago para nada con intención. Es más, creo que no lo hago. Abrazos.


X


Ay, amigo, la cultura, el pensamiento, las ideologías, el éxito material, profesional o económico... y también los afanes de vida y felicidad... Todas son estrategias para llenar ese vacío existencial tan tercamente prendido a la consciencia. Yo, como tú, creo por encima de todo en la fuerza del Amor, sólo que lo entiendo como una imagen primaria, tan real como eso. "Nada es más real que la imaginación", decía Lezama. La felicidad... bueno, coincido con Erasmus y Ortega: "es estar fuera de sí"; y también con Robert de Montesquiou: "no es otra cosa que esperarla". Así que soy feliz cuando espero salir de mí, imaginando... Sólo que, como para mí la imaginación es algo consustancial al hombre, soy casi siempre infelizmente feliz. Algo que se espera, nunca se alcanza, pero si justo en ese esperarlo y no alcanzarlo está lo buscado... Cuentan que Rimbaud, a quien un amigo le dijo: "soy muy feliz", le contestó preguntando: "¿Y cómo has podido caer tan bajo?" Río... Si el pobre hombre le hubiera dicho: "soy infelizmente feliz" Rimbaud, que tal vez se consideraba entonces felizmente infeliz, hubiera tenido que detenerse y considerarlo... En fin, ni Freud ni Jung fueron científicos. Lo pretendieron en vano. El psicoanálisis tiene de científico lo que yo de piloto de aviación. A mí Freud no me divierte tanto, pero Jung sí. Al final todo lo resuelve con la sombra y la fantasía creadora. ¿Y cómo no...? Terminas diciendo que el Amor es un misterio. El término misterio suele ser un cajón de sastre que utiliza el hombre cuando abocado a los límites de la razón, no puede resolver, se paraliza si no tira de la imagen. Pero sí, el Amor es un misterio porque es una imagen, es la Imagen. Ya no es un misterio ni siquiera la cara oculta de la luna, y el Amor lo sigue siendo. Es una gran imagen que jamás caerá al concepto aprensible, porque es primaria, irreducible. Por eso no se puede siquiera nombrar en condiciones, y hay que irlo apodando y apodando sin éxito. Pero acepto la palabra Amor, para entendernos, y la tengo tan valorada como tú. Abrazos.


XI


Bueno, G., para mí la imagen pudiera ser algo tan sencillo como el resultado de la capacidad de imaginar. Simplemente lo que nos hace hombres. En especial la capacidad de "inventar" realidades "habitables" que no llegan por vía sensorial, para oponer a las hurañas realidades que nos llegan por esa vía. Claro, si todo fuera tan sencillo... No, no lo es. Mi modesta "investigación" al respecto, que sobre todo se recoge en mi poesía, me ha llevado a creer que dependemos tanto de la imagen, que incluso conocemos a través de ella. Y esto complica mucho las cosas. Aunque mi concepción de la imagen tiene base poética, se contamina necesariamente con el pensamiento puro y duro, y entonces entran ahí la gnoseología, la ontología, la metafísica, la psicología... En fin, complejo. Yo creo que nos hicimos hombres justo gracias a la imagen, al resultado de esa capacidad para no aceptar medir el mundo (ni medirnos en él) sólo a través de los sentidos. Claro que la imagen es una representación mental, pero no sólo de la realidad sensorial, sino también (y especialmente) de la suprasensorial. Ahí es donde la cosa se pone interesante. Creo que nos separamos y distinguimos de la bestia cuando no nos bastó lo que rastreábamos, olfateábamos, palpábamos, escuchábamos y veíamos para comprender el mundo y relacionarnos con él; cuando, para redimensionar esa relación, creamos imágenes que no cabían en aquellos límites ni provenían de sus predios. Pienso que esa capacidad y sus resultados son nuestras señas de identidad como especie. En esto soy integrista, porque no creo que tal capacidad tenga su base siempre y necesariamente en la experiencia previa. Pudimos imaginar cosas al margen de (incluso antes de) experimentar sus posibles referencias por vía sensorial. Todo esto es complejo. A mí no me hace falta para nada avanzar más por caminos reductores, porque sé que si lograra definir a la perfección algo así, perdería gran parte de su fuerza (como dices tú: de su misterio), pero sí que lo he intentado para complacer a mi hijo mayor que se interesa también por todas estas cosas. Claro, por suerte no he podido, pero te paso la última intentona:

Imagen:

Resultado significante de un proceso cognoscitivo que puede tener dominante mágica, onírica, artística, experimental o racional. Representación mental de una parte de la realidad, sea ésta sensible o suprasensible. No necesariamente figurada, ni siquiera siempre inteligible. Dios, por ejemplo, es la imagen por excelencia.

Insisto, no vale de mucho intentar reducir a concepto una cosa como ésta. Y pudiéramos estar hablando de ello durante varias vidas. Pero para qué, si un solo verso, una sola frase de alguien brillante, te puede “aclarar” mucho las cosas, dejándolas para siempre en su fértil oscuridad. Mira, mis bases con relación a esto tienen fuentes que van desde el pensamiento presocrático a Lezama, pasando por unos cuantos pensadores y poetas que considero esenciales. La lista sería muy extensa. Pero te voy a escribir unas citas del gran poeta habanero, que, desde un rarísimo humanismo cristiano con base órfica, ya recogen muy bien antecedentes claros como Pitágoras, los órficos, Heráclito, Empédocles, los místicos españoles, Vico, Bergson, Baudelaire, Mallarmé, entre otros muchos "descarriados"...


                                                       Nada es más real que la imaginación.

                                                       La imagen es la causa secreta de la historia.

                                                       La hipótesis de la imagen es la posibilidad.

                                                       Lo imposible al actuar sobre lo posible engendra un posible en 
                                                       la infinidad. Ya la imagen ha causado una causalidad...

                                                       Ahora, ya sabemos que la única certeza se engendra en lo
                                                       que nos rebasa.

                                                       Lo imposible moviéndose en la infinitud engendra un potens que es
                                                       la imagen posible.

                                                       Cualquier participación en lo imposible convierte al hombre en un
                                                       ser imposible, pero táctil en esa dimensión.

                                                       La penetración de la imagen en la naturaleza engendra la 
                                                       sobrenaturaleza.

                                                       En esa conciencia de ser imagen, habitada de una esencia y una 
                                                       universal, surge el ser.

                                                       Somos el recuerdo de una imagen.

                                                       Todo lo que se puede imaginar gravita.

                                                       Si me descifras en el río, te muerdo en la serpiente.

Créeme, G., te ofrezco doce, pero te podría ofrecer cien más. Es en la poesía donde todo esto alcanza su real fuerza. Es en la poesía, esa sobrenaturaleza, o sea, esa naturaleza penetrada por la imagen, donde es y existe el hombre como tal. Puede habitar otros ámbitos, pero como un pobre animal. ¿Pudieras, por favor, enviarme algunas muestras esenciales del pensamiento de Krishnamurti que no se puedan encontrar en mejor estado en otros sitios, y que me animen a entrar a fondo en su obra? Abrazos.


XII


Investigo, amigo, investigo... ¿"Fuera del devenir"? ¿"Sin siquiera desear"? Bueno, es ése un "campo existencial" ahora mismo no humano. El hombre trascendente, divino, histórico, no puede evitar el devenir. Sólo el hombre inmanente, titánico, ahistórico, pudo y puede hacerlo. Lo que es y no deviene (si hay algo que cumpla esto: Dios, la Nada, qué se yo) es lo que no somos nosotros, o sea, lo que hemos inventado, creado, imaginado para tener con qué medirnos. Cualquier cosa que sea la IDEA emanante platónica o la "cosa en sí" kantiana, sólo eso es y no deviene. Nosotros estamos en el tiempo. Puede que no sepamos bien qué es el tiempo (Decía san Agustín: "el tiempo es una extensión, ¿pero de qué?”) mas no podemos escapar a él. El devenir incluye el "Ahora". En él, como en sus distintos o contrarios (Ayer, Mañana) el hombre sólo puede meter imagen... ¿"Sin memoria ni deseo"? Fíjate, no me cuesta creer que en una operación volitiva un tanto extrema, cualquier santón pueda llegar a evitar gran parte del deseo y el temor, pero no de la memoria. La memoria es un imaginario selectivo, puede soportar operaciones de espulgo, pero ¿anularla? No digo que no pueda hacerse por momentos, pero ¿sostenidamente? La memoria es algo muy traicionero, amigo, y pertinaz... Es un veleidoso archivo de imágenes. Eso somos, y, ni siquiera el transhumanismo más severo y estúpido, puede prescindir de tal archivo en su viaje hacia la máquina artificialmente inteligente. Además, ¿"en silencio y sin memoria"? ¿Cómo se manifestarían ante ti tus hijos, después del acto mismo del nacimiento (Ahora)? ¿Olvidarías que lo son continuamente y no podrían recordártelo con palabras? Ese "Ahora" tendría que ser secuencial por fuerza, estar compuesto por muchos "ahoritas". Ah, amigo, estamos, somos, existimos en el tiempo. Las operaciones que nos sacan de él, nos sacan de nosotros mismos, por eso nos hacen pasajeramente felices. Tal misión tenía Dioniso entre los griegos, pero hasta éstos sabían que sólo el tiempo puede dar al hombre histórico algo de sí mismo para que crea que no está en él. Abrazos.